-¿Qué vas a hacer a partir de ahora?
-Voy a escribir una novela ¿Qué te parece?
-Me parece muy bien ¿Qué tipo de novela?
-Una buena novela. Buena para mí. Yo no creo que tenga talento ni nada de eso. Pero, como mínimo, pienso que si uno, cada vez que escribe, no se vuelve un poco más sabio, entonces no tiene ningún sentido escribir
-Claro
-Escribir para ti mismo...O escribir para las cigarras
-¿Las cigarras?
-Sí

abril 12, 2016

dos pares de ojos gemelos

A mi abuela paterna no la conocí.
La frecuenté en asados familiares y en su demencia senil.
Sólo recuerdo las indeseables despedidas de los domingos, que eran casi un manual de pasos a seguir en mi niñez:
-acercarme a su habitación
-darle un beso en la mejilla fría, llena de arrugas del tiempo
-e irme, sabiendo que no tenía idea de quién era.
Nunca disfruté de eso. No había tanto para disfrutar tampoco, ¿no?

Dato pintoresco, de esos que se cuentan en meses grandes y largas: ella fue una de las que estuvo en esos barcos que relatan los libros de historia, viajando por más de un mes de Italia a Argentina.
Ese hecho debe condicionar el detalle que me quedó de esa mujer: la profunda tristeza de sus ojos.
Las fotos blanco y negro de la familia ayudan a resaltar la seriedad de su expresión.
No importa que se trate de casamientos, bautismos, viajes y demás celebraciones. La tristeza la habita a ella y a sus pupilas.
No sé si hace falta que me cuenten mucho sobre cómo vivió. Década tras década, conserva en las fotos que la retratan la misma mirada de párpados caídos y sonrisa prisionera.

En el barco también viajaba mi papá, con 6 años de edad. Tuve la suerte de encontrarlo despierto para ver si recordaba algo de ese momento, pero no, no tuvo mucho para decir.
Él heredó su nariz siciliana y los mismos ojos tristes.
Las fotos, ahora a color, de la familia resaltan también la seriedad de su expresión.
No importa que se trate de comuniones, navidades, viajes y demás celebraciones. Casamiento lo dudo, porque la nena no se va a casar. La tristeza lo habita a él y a sus pupilas.
La diferencia está en que a él sí pude preguntarle "¿sos feliz?"
Y él, respuesta tras respuesta, respondió con seguridad: Sí.
Y yo, respuesta tras respuesta, descreí y me quedé en silencio. 
Es una viaje de ida cuestionar la felicidad ajena y uno elige que batallas pelear, ¿no?. 
Por desgracia, a él tampoco pude conocerlo tanto, pero al menos su mente funcionó para contar un relato que poco tuvo que ver con la historia en sus ojos.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario