Nunca me dijeron que iba a sufrir.
No me contaron que podía costar y que iba a tener que intentarlo una, dos, tres, diez veces, quizás más (muchas más) para resolverlo. No me chusmearon sobre la incertidumbre, el desasosiego o la indecisión. Pero lo que más me sorprende es el silencio acerca de lo que permanece.
Lo que permanece en alguna dimensión
-adentro
-ajeno al tiempo
-las circunstancias
-las personas
-los cuerpos
Ajeno. Indestructible. Conservado perfectamente.
Y no es algo que se nos enseñe, que se adquiera. No. Es más bien algo que se instala, sin pedir permiso, sin consentimiento, ni contrato, ni mucho menos diálogo (el bendito diálogo), nada. No existe, hasta que existe y lo percibís y ya estás ahí.
Un aroma, un perfume, un lugar, una canción, una persona después de tanto tiempo.
Se destruye, explota, implosiona, caen los pedazos por todas partes. Te aturdís. Se desvanece el universo. Inspirás, no porque lo estés pensando, porque sino claramente no podrías, exhalás, intentás seguir en el presente. Cómo? No era el presente? No estamos en el presente? No escuchás lo que dicen, no coordinas. Lo llamás a tu cuerpo para que vuelva, hay que seguir pisando esta realidad, las paredes, cuidado con la puerta, volvés.
Volver. Seguir. Avanzarcrecercontinuarsonrisas.
Te hacen viajar. A veces algunos seres nos regalan pasajes abiertos e infinitos y no sabemos que los usamos, hasta que estamos en pleno vuelo y ya aterrizamos y ya paso y todo sigue.
Deberían haberme avisado que uno podía tener una aventura así en 2 o 3 segundos, más intensa quizás que días y meses enteros. Aunque pienso que, de haberlo sabido, no me hubiera sentido igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario