El campo de batalla está oxidado.
Cascos, armas, restos de balas, huesos y fotos quemadas de ese amor que nunca fue ni tan digno, ni tan real como para llamarse así.
Todo es ocre. Todos los objetos están teñidos de ese color melancólico que los deforma. Son ocre aunque no lo sean y, en alguna parte, si se los observa bien, todavía brillan de ilusión.
Es ahí donde nos volvemos a encontrar frente a frente. Sus ojos siguen ensegueciendomé, casi como si el tiempo no hubiera pasado y las cicatrices nuevas de mi cuerpo no existieran. Encandilándome...¿acaso el tiempo no pasó? ¿No es este más que una ilusión?
Lo que mata es la ansiedad y así quedo este lugar cuando su huracán pasó.
Ahora mata de nuevo. Mata mis mates, mis atardeceres y mis sobremesas. Tan míos eran. Tan mía estaba yo...
Y ahí estamos de nuevo, en combate claramente desigual.
La pitón se relame mientras da vueltas a mi alrededor. Presa fácil me concibe y en presa fácil me constituyo. Ya no hay afuera, el campo son círculos de sus círculos.
¿Qué necesidad tenés de adherirte tan rápido a alguien? ¿Qué pasa si probás suave? ¿Qué pasa si probás caminando antes de la maratón?
No mates esos segundos que habías logrado alargar. ¿Sabés cuánto costó el tiempo así? ¿Cuántos corazones se desangraron?
Se desplaza sobre mi y aprieta. Gimo de dolor y placer al mismo tiempo. Pasa por mis piernas y las marca. Aumenta su intensidad. Ahora son hematomas. Cuanto más me resisto, más me cuesta respirar. Abre la boca frente a mis ojos, veo sus colmillos acercarse sin prisa pero sin pausa. Y antes de poder emitir sonido, pierdo el conocimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario