Es tan linda y está tan triste.
Ya no le quedan lágrimas. No llora más, dice.
Porta esa pena que, en silencio y de forma gradual, moldea hacia abajo las cejas hasta instalarse en el rostro.
Su boca relata una y otra vez el fracaso del amor.
Desconocidos van y vienen escuchando sus relatos. Quizás de con alguien que en verdad la quiera oir...
Sus ojos cuentan de una tristeza que no tiene solución.
Gritan con desesperación que encontró a su amor y fueron uno.
Luego su amor se perdió sobre sí.
Más tarde ya no pudieron ni hablar y contrataron abogados. Y así los sueños que compartían empezaron a ser relatados por otros, los problemas arreglados por terceros y sus emociones se tradujeron en trámites y papeles y firmas. Muchas firmas.
Puede que una hoja, un garabato y el peso absurdo de la ley cambien las cosas.
Ella quiere creer que sí.
Ahí va otra esperanza.
El acuerdo está firmado pero ella permanece triste.
Yo podía sentir cómo crujía su corazón en cada firma.
Tan simple para su representante y a la vez tan mortíferas dentro de ella. Eran pequeñas dosis de cianuro.
Hasta que ya no hubo más qué firmar.
Hecho consumado. Que pase el que sigue.
Quise abrazarla. Los formalismos lo impidieron. La ayudé como pude.
Dudo que la vuelva a ver.
Sé con certeza que su belleza continuará vislumbrándose aún entre tanta niebla.
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