-¿Qué vas a hacer a partir de ahora?
-Voy a escribir una novela ¿Qué te parece?
-Me parece muy bien ¿Qué tipo de novela?
-Una buena novela. Buena para mí. Yo no creo que tenga talento ni nada de eso. Pero, como mínimo, pienso que si uno, cada vez que escribe, no se vuelve un poco más sabio, entonces no tiene ningún sentido escribir
-Claro
-Escribir para ti mismo...O escribir para las cigarras
-¿Las cigarras?
-Sí

septiembre 07, 2014

cuéntame al latir

Septiembre trae recuerdos.
Memorias que cual tsunamis crecen alto, muy alto por sobre mi ciudad y al llegar a la costa barren con todo lo que haya por delante. Esa fuerza conservan, como si ivernaran durante todo el año y se despertaran llenos de energía a comienzo de mes. 
A medida que la espuma de las olas recorre cada espacio y se filtra sin poder contenerla, vuelven sus ojos, su sonrisa y un enamoramiento que supo voltear mi mundo patas arriba. O mejor...que explotó con varios miles de kilos de dinamita mis aburridos cimientos y creó otro universo con vía láctea, satélites y agujeros negros. No le faltó nada. 

La sensación en el cuerpo es siempre la misma: humedad. 
La humedad de los días en que comienzan a resurgir las hojas y las flores, atravezados por rayos de sol aún tímidos. 
Ese mismo pegote revive 3 años más tarde, indestructible. 
Puedo sentir cómo se revolvía la panza y el corazón se salía del pecho al caminar esas 4 cuadras que nos separaban. 
Mi inocencia. Mi miedo. 
La ternura de cada encuentro.
Descubrirme en ella y dejarme rehacer por sus manos. Con qué cuidado lo hacía...debería alguien haberlo registrado porque era la dulzura personificada. 
La antesala de la primavera fue nuestra testigo, como la plaza que contuvo silenciosa nuestros nervios o la ventana del bondi que, en complicidad, me dejó evitar su mirada todo lo que duró el viaje. 
Distingo todavía los colores de la flor delicada que se puso en el pelo la segunda vez que la pasé a buscar. Tan hermosa le quedaba...pero nunca más la volvió a usar. Nunca supe por qué. 
Camino de ida, dando pasos en lo desconocido fui intentando avanzar de a poco, pero no hubo caso porque me enamoré perdidamente de ella la primera vez que la vi. 


Mi inocencia. Su inocencia. 
La inocencia.
Esa inocencia se enrolló y permaneció echa un bollito dentro de mi. En septiembre bosteza, se despereza abriendo grande la boca y me recorre, volviéndome a contar cómo fue que llegue hasta el día de hoy.

Leí por ahí que recordar es volver a pasar por el corazón y, al recorrerlo cada año por estas fechas, siempre quedo atónita. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario