"Entonces la lágrima del individuo X cae en esta superficie y es a partir de su evaporación que la máquina empieza a funcionar. Partiendo de la densidad, temperatura y color particular de cada lágrima, se obtienen ciertos elementos propios de los ejemplares y es así que se arriba a un diagnóstico".
Era la décima vez que repetía el mismo discurso, pero esta vez la audiencia había cambiado. Allí estaban los futuros inversores del CC14-1 y, un poco más atrás, los próximos dueños de la patente de dicho invento.
Lo curioso era que en esa misma repetición de palabras había perdido de vista que hablaba del análisis y posterior evaluación de emociones humanas. De un objeto con la capacidad de calcular de manera precisa qué ocurría dentro del corazón de una persona.
Tras 4 años de prueba y error, experimentos fallidos, el revuelo científico y la condena pública de casi toda la ciudad y algunos países extranjeros, sumado a alguna que otra causa judicial, la máquina estaba lista.
Me entristeció pensar que una separación pudiera producirse de una forma tan repentina. Cuando dijo "Al fin y al cabo seguimos siendo dos extraños. Cuando nos despidamos podríamos decirnos hasta nunca y no volver a vernos jamás" comprendí que era de eso de lo que hablaba. De esa indefinida sensación de ausencia, de ese algo repentino que puede suceder entre las personas en cualquier momento.
Fue a partir de esa frase que decidió dedicar su vida entera a la creación de algo capaz de evitar semejantes circunstancias desafortunadas. Un corazón partido ya era suficiente ¿Cuántas veces podría romperse un corazón? ¿Cabía la posibilidad de que fuera más de una? "Esa pregunta la guardo para cuando lo conozca a Cupido", pensó, y se rió.
La exposición terminó, la gente aplaudió y el silencio se apoderó de ese momento. Faltaba que tomara la decisión de vender y lanzar a CC14-1 al mercado.
Una presión asfixiante le oprimía el pecho. Salió a tomar aire (o a buscar que el aire lo tomara a él y se lo llevara lejos, muy lejos, a algún lugar donde nadie lo reconociera) y se sentó en la vereda con los papeles que debía firmar en la mano.
Levantó la cabeza y miró el inmenso cielo que se abría ante sus ojos. Percibió el peso del cambio universal que estaba por generar. Sintió los ojos de los miles de enamorados mirándolo, aguardando su decisión. La Incertidumbre le reclamaba su lugar, por cada una de las historias que se estaban iniciando y que ya no experimentarían sorpresa alguna. Sorpresa o desencanto, era algo que les correspondía a la Duda y a el Devenir.
"Voy a arrebatarle a los humanos gran parte del alimento de su alma. Si yo hubiera sabido que iba a tener que juntar cada uno de los minifragmentos de mi corazón de antemano, ¿hubiera retrocedido?, ¿hubiera dejado de hacer lo que hice? ¿Acaso algo hubiera podido evitar que ese ser me atravezara y cambiara cada célula de mi cuerpo, haciéndome renacer?", se preguntó a sí mismo un poco confundido.
Los pájaros volaban tranquilos, ignorando lo que ocurría debajo. Al verlos pensó que no podrían volar de manera más armoniosa en que lo hacían. Su naturaleza e instinto era su perfección. Ahí residía su belleza.
A esa imagen se le superpuso un cuadradito de papel blanco que bailaba con el viento. Luego otro y otro y otro hasta que fueron cientos alejándose de él. Se iba así el dinero, la garantía de una vida asegurada, años de esfuerzo y dedicación, pero se mantenían intactos sus latidos y los del resto del mundo.
Pensó de nuevo en Cupido, volvió a sonreir y comenzó a caminar en la dirección opuesta de donde había salido, para nunca más volver allí.
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