-¿Qué vas a hacer a partir de ahora?
-Voy a escribir una novela ¿Qué te parece?
-Me parece muy bien ¿Qué tipo de novela?
-Una buena novela. Buena para mí. Yo no creo que tenga talento ni nada de eso. Pero, como mínimo, pienso que si uno, cada vez que escribe, no se vuelve un poco más sabio, entonces no tiene ningún sentido escribir
-Claro
-Escribir para ti mismo...O escribir para las cigarras
-¿Las cigarras?
-Sí

abril 11, 2014

el gran recuerdo de una NN

No me acuerdo de su cara pero sí recuerdo la claridad que había el día que la conocí. Fue el mismo día en que le desee mucha suerte y no la volví a ver nunca más.
Nos encontró un día caluroso, de esos en los que cuesta respirar. Puede que el oxígeno circulara mejor porque era de mañana y desayunábamos en la cocina de un hostel que, justo en ese momento, estaba vacía.
Yo pensé que había onda, sentí esa bola invisible de tensión gestándose entre medio de ambas. Pude responder a todas las preguntas de viajera que me hizo e incluso la aconsejé sobre qué lugares visitar. Sumé fichas imaginarias en mi ruleta de la conquista.
El café con leche y las tostadas se acabaron, yo me fui al río y me olvidé de su existencia casi hasta volver al atardecer. Tenía hambre, como siempre, así que agarré plata y compré unas galletitas en un almacencito amigable en frente del lugar donde parábamos.
Mientras salía, ordenaba la plata y hacía malabares para que no se me cayeran las cosas, la volví a ver. Me volvió a gustar. Nos sonreímos, le pregunté si se iba y me contestó que el micro salía en breve, a medida que se alejaba con su mochila a cuestas. "Que te vaya bien, buen año", llegué a decirle.
Nadie nos enseña a despedirnos de las personas, sentenció alguien alguna vez.
Ahí, en ojotas, pateando tierra seca, comprendí que así era como debía decir adiós. Continuando con mis pasos, lentos y firmes, dejando que el otro hiciera su camino, saludandolo con una sonrisa y deseos de buen porvenir. Así, con esa calma, sin desesperar...porque...¿para qué desesperar?
La paradoja de estar tan abierto a las bienvenidas y tan cerrado y poco dispuesto en las despedidas.
¿Por qué es que uno se aferra a los otros en el capricho de negar que el encuentro, aunque dure décadas, es circunstancial? ¿Por qué uno pretende despellejar las cosas lindas del otro y guardarlas bajo llave en pos de que no se ni que objetivo? ¿Qué se logra con eso? ¿Qué hago yo con eso? ¿Qué termino teniendo?

A partir de ese momento, cuando me despido de alguien y me cuesta, pienso en esa chica desconocida, NN sabia, que vaya a saber el universo dónde andará, si es que anda.
Ojalá tuviera esa facilidad en mis adioses. Ojalá la aprenda y la ponga en práctica.
Ojalá haberte despedido hubiera sido así.




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