Quizás, si hubiera sabido que al subir ese escalón la vista iba a gustarme tanto, no hubiera dado el paso.
Sobre todo por el precipicio que hay ahora debajo de mis pies.
Me acostumbré a caminar por la cornisa después de un tiempo.
Ya más cómoda con el cuerpo, hasta hice algunas verticales y algunos piques para entretenerme.
Me olvidé del horizonte, pero ahí permaneció.
P E R M A N E C E R
Sigo rememorando el momento en el que mi pie izquierdo se elevó y al apoyar la planta sobre ese lugar un poco más arriba del suelo, mi pierna hizo fuerza hacia arriba y me lleve el resto de mi ser.
Yo venía tranquila, errando un poco con las personas, removiéndome el polvo de un pasado poco feliz...pero tranquila.
T R A N Q U I L I D A D
Y quizás la tranquilidad, esa tranquilidad de ese vasto cielo, fue el problema. No tanto por mi, sino por el encuentro.
Ya no puedo disimular más, no es tanto del tiempo como del corazón.
Las máscaras se caen eventualmente, las poses nunca fueron mucho lo mío. No lo son.
Los equilibristas o se caen o llegan a destino.
El mismo pie inquieto ya está en el aire, resta el otro y la caída libre.
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